Elec-toreos y chorizos

Este próximo domingo es tres de julio. El calendario del Instituto Electoral del Estado de México (IEEM) marca la casilla de ese día como su jornada más importante: se elegirá al heredero de la corona copetona. A su trono aspiran tres barones rampantes: Alejandro El Puedo-Más-Que-Todos Encinas, Eruviel Chapas Ávila y Luis Felipe del Sagrado Corazón Bravo Mena. Provienen de comarcas distintas, pero su deseo es el mismo: ¡tratar de conquistar Toluca!

Se supone que para lograrlo, el IEEM tendría que hacer un concurso con formato Chabelo: preguntarle a la gente cuál de los tres es su gallo y, con base en un aplausómetro marca ACME, definir al champion-of-the-world. Pero en vista de que Xavier López, S.A. de C.V. tiene los derechos reservados de esa competencia y pedía que la misma se realizara únicamente entre las siete y las diez de la mañana —con sus respectivos cortes comerciales—, se tuvieron que buscar alternativas para la pugna por la corona con más vaselina sobre el territorio nacional.

De entre las propuestas recibidas, se tuvo que rechazar algunas por excéntricas y de fácil pronóstico, como encerrar a cada uno de los barones con un travesti para ver cuál de ellos lo resistía más tiempo. Pero los resultados eran evidentes: Bravo Mena lo crucificaría; Encinas del cuarto no saldría y Eruviel hasta se enamoraría. Así que se optó por lo más lógico: los candidatos tendrían que enfrentarse a dos pruebas de hierro para asirse del trono: una con características globales para mostrarse frente al mundo y otra más localista, con el fin de que sus futuros vasallos se identificaran con ellos.

La primera prueba consistiría en vestirse de luces y demostrar sus dotes de torero. Con ejemplares de la ganadería de Emilio Azcárraga, la misión de los tres novilleros, más que lucir bellas Verónicas —pues la madre de Cristian Castro ya ni está tan presumible—, sería agarrar al toro por los cuernos hasta domarlo. Es bien sabido que las bestias del caporal Azcárraga Jean embisten de frente y sin escrúpulos cuando se sienten amenazadas. Por tanto, saberlas tratar con delicadeza sería el truco, más allá de cualquier capotazo bien elaborado.

La segunda de las pruebas, a decir de los espectadores, sería la más esperada por divertida. Fundamentalmente, los aspirantes al trono tendrían que zamparse las mayores tiras de chorizo toluqueño que pudieran. Sin mayor ciencia. Un verdadero reto de valor y resistencia física. A puros sudor y empuje librarían este obstáculo.

Los organizadores de las corridas querían que éstas se llevaran a cabo en la Plaza de Las Ventas, en Madrid; pero alguien, muy inteligente, les hizo ver que sería demasiado descarado hacerlas ahí. Entonces se decidió que el toreo se realizaría en la Plaza Pública de la Televisión.

Los tres barones y uno de los toros

La lidia comenzó con un favorito y terminó igual, con el mismo en la primera posición. Hay quienes argumentan que las bestias ya venían amaestradas para hacerle más sencillo el toreo al Chapas Ávila. Y es que sólo en cuatro ocasiones los tres barones pudieron compartir cartel para que los ejemplares les tocaran parejos. Incluso los críticos más fieros coincidieron en que, durante esas oportunidades, Encinas cortó más orejas; sin embargo, Eruviel fue quien dedicó sus corridas. Además de que, como es costumbre en los encierros, todos le hicieron el feo a la barrera de sol.

Lo que el jurado aún no termina de deliberar es el fervor de la concurrencia. Al parecer, el graderío —es decir, aquellos quienes asistieron a todas las corridas— fue ocupado en su mayoría por encinistas: los olé más entusiastas fueron para este novillero. Y aunque El Chapas también recibió ovaciones, diversas investigaciones han demostrado que sus seguidores eran en realidad pseudo aficionados, puesto que nunca habían asistido a una sola fiesta brava con anterioridad. O, lo peor: muchos de ellos ni siquiera sabían quién era.

A pesar de todo, los cronistas de la fiesta brava concuerdan en que la confirmación de la alternativa después de las corridas será para Eruviel, puesto que el toreo es un deporte de apreciación, y en realidad ninguno de los tres novilleros mostró pases dignos de agitar los pañuelos blancos. Todo parece indicar que Chapas Ávila será nombrado matador gracias a su habilidad de enfrentarse con los toros hasta quedar a unos centímetros de sus cornamentas y, justo ahí, hincarse frente a ellos.

P.D. La competencia de las tiras de chorizo ya no fue necesaria, puesto que Eruviel argumentó que no necesitaba comprobar más su hombría después de las suertes realizadas con los animales de la ganadería Azcárraga.

Y Bravo Mena también quiso torear; pero se rumora que tras una reunión con el matador jaliciense Emilio González, terminó por darle asquito ver cómo se le caía la baba a los toros y consideró mejor retirarse.

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